Una de cada cinco parejas es infértil, lo que sumado a la crisis económica, el mito de la conciliación
familio-laboral y el creciente envejecimiento de los progenitores, justifican
que la tasa de fertilidad española (1.3 hijos por mujer) sea la segunda
más baja de Europa y esté en el grupo de cola a nivel mundial. Tenemos los
hijos cada vez más tarde, con lo que desciende la calidad y número de óvulos y
espermatozoides. Muchas parejas, y cada vez más mujeres solteras, buscan
solución en centros de fertilidad públicos, privados o concertados. En nuestro
país se realizan unos 80.000 tratamientos para la fertilidad al año, con una
media de coste de 5.000 euros por procedimiento dan una idea del gasto y el
negocio generado.
La infertilidad de una pareja puede tener
uno o varios orígenes, aunque en un 20% no llega a conocerse con los
procedimientos diagnósticos actuales. Factores ambientales y/o enfermedades
intrínsecas de cada individuo acaban produciendo la imposibilidad para tener
descendencia de forma natural y espontánea. A continuación veremos la
importancia que tiene la alimentación en la fertilidad y qué podemos hacer para
mejorarla.
En los años 90 se acuñó el término disruptores
endocrinos para referirse a diversas sustancias, normalmente artificiales
generadas en procesos industriales, que interaccionan con nuestro sistema
hormonal produciendo infertilidad entre otros serios trastornos, especialmente
en varones. Pequeñas cantidades parecen inocuas pero la suma continua de
exposiciones diarias de productos que no se eliminan nunca o que se tardan años
en expulsar acaban generando exposiciones superiores a los rangos de seguridad.
Los disruptores con mayor efecto negativo sobre la fertilidad son:
- antiandrógenos (actúan directamente en contra
de las hormonas masculinas): Vinclozolin, DDE, ftalatos.
- agonistas estrogénicos (simulan el efecto de
hormonas femeninas): fitoestrógenos, micoestrógenos, DDT y otros pesticidas,
bisfenol A.
Estamos expuestos diariamente a los
anteriores a través de multitud de plásticos, envases de plástico, film
adherente de plástico, tuppers, botellas, latas de bebidas y alimentos,
carburantes, líquido anticongelante, telas y maderas tratadas con retardantes de combustión, pesticidas, abonos
químicos, cosméticos, etc. Se trata de diversas sustancias que están en nuestra
comida (por ejemplo ver listado del top-10 de verduras y frutas contaminadas), en contacto con
ella o que manipulamos a diario pudiendo acabar peligrosamente cerca de
nuestra boca.
Mención especial se gana el bisfenol A
(BPA), un producto ampliamente utilizado para fabricar plásticos, botellas de
plástico, biberones, tetinas, chupetes, latas de bebida y comida, etc. (todos
los códigos de reciclado 3 ó 7 pueden llevar BPA). El bisfenol reduce las cifras de
testosterona, la hormona masculina por excelencia, y la calidad del esperma.
Una persona infertil por exposición ambiental o alimentaria a disruptores
endocrinos no solucionará esta situación evitando el contacto con ellos, ya es
demasiado tarde pues como hemos visto o no se eliminan o tardan muchos años en
hacerlo.
Muchas de estas sustancias están
relacionadas con el desarrollo de obesidad, y ésta se sabe que es una de las
grandes causas de infertilidad, sobre todo en mujeres. El exceso de peso
produce a través de un complejo mecanismo, que incluye la resistencia a la
insulina y la poliquistosis ovárica, alteraciones en los ciclos menstruales de
las mujeres y un descenso o ausencia de ovulaciones efectivas. Por otro lado,
las terapias de fertilidad son menos eficaces en mujeres con
sobrepeso u obesidad, que además tienen mayor riesgo de abortos. En
hombres, el exceso de peso disminuye la calidad del esperma, pues la grasa
corporal transforma la testosterona en estrógenos mediante un proceso de
aromatización, a más obesidad mayor actividad aromatasa, y por lo tanto menos
testosterona y mas estrógenos. La actual epidemia de obesidad es uno de los
factores más relacionados con el incremento de la infertilidad en los paises
occidentales.
El consumo crónico y elevado de alcohol
produce alteraciones hormonales en ambos sexos que dificultan la concepción. La
ingesta diaria moderada o alta de alcohol en mujeres o alto en varones se
relaciona con mayor infertilidad. Un consumo moderado de alcohol equivale a
tomar entre 3 y 13 bebidas a la semana, y uno elevado a si se toman 14 o más
por semana (una media de 2 o más al día). Además, los tratamientos de
fertilidad resultan menos eficaces en aquellas parejas que realizan un consumo moderado o elevado de alcohol. Por
otro lado, no hay que olvidar que las bebidas alcohólicas son bastante
calóricas y su toma diaria se relaciona con el desarrollo de obesidad.
No solo la malnutrición por exceso genera
infertilidad como acabamos de ver, la desnutrición y ciertos déficits
carenciales específicos se asocian también a menor fertilidad. Es conocido que determinados micronutrientes
participan en el proceso de producción de ovulos y espermatozoides. Diferentes
estudios muestran la mejora de la fertilidad en mujeres mediante el incremento de la ingesta de vitaminas
(A, B9, C, D, E) y minerales (hierro). En hombres ocurre algo parecido, la
suplementación con vitaminas (B6, B9, C, D) y minerales (yodo, hierro, selenio,
zinc) mejora los resultados de los tratamientos de fertilidad.
Eso quiere decir que asegurar una toma suficiente
de estos micronutrientes mejorará la fertilidad en aquellos individuos que
tengan un déficit de alguno o varios de ellos. La forma más natural, barata y
sana de hacerlo será a través de la modificación de la alimentación (ver post
de hierro o vitamina D). Una dieta variada y equilibrada es completa en los
micronutrientes vistos, esto es muy importante teniendo en cuenta que el coste
mensual de los suplementos específicos de fertilidad ronda la mitad del gasto
mensual medio en comida por persona, y vender las vitaminas y minerales que
naturalmente trae la comida a precio de oro en unas pastillas es un gran
negocio. Los suplementos con estos compuestos tendrán utilidad en aquellas
personas que no solucionan el déficit a través de las comidas o con situaciones
graves que no puedan esperar unos meses. Por muchos suplementos que se tomen,
no mejorará la fertilidad si se tienen niveles normales de estas vitaminas o
minerales. Antes de iniciar un tratamiento de este tipo se deberían conocer los
valores en sangre de estas sustancias, es bueno solucionar un defecto pero es
perjudicial superar unas cifras normales.
Junto a los micronutrientes, diversos
estudios han relacionado la composición en macronutrientes (hidratos de
carbono, ptroteínas y lípidos) con la tasa de fertilidad. Tradicionalmente las
dietas bajas en proteínas y ricas en carbohidratos eran recomendadas a mujeres
con deseo gestacional para facilitar conseguir descendencia. En los últimos
años diferentes estudios sugieren lo contrario, que dietas hiperproteicas y con
bajo índice glucemico mejoran los resultados de los tratamientos de fertilidad,
la controversia está servida y seguramente veamos aparecer y desaparecer
recomendaciones en función de la dieta de moda. El debate ha salpicado hasta la
composición en ácidos grasos, determinados trabajos exponen mayores tasas de
fertilidad con dietas ricas en omega 3. Lo que sí está claro es que no existe
relación entre la ingesta de determinados alimentos y el sexo del futuro hijo.
Por muchos alimentos con forma fálica que ingiera su descendencia no será con
mayor probabilidad un varón, así como tampoco si toma alimentos ácidos o
alcalinos, esto es un cuento digno de otros tiempos.
El que uno o ambos los progenitores hagan
más o menos ejercicio físico no se relaciona con el futuro sexo de los
hijos. Aunque sí que la realización de actividad física regular mejora la
fertilidad, especiamente en parejas pendientes de tratamientos para ésto y con
problemas por exceso de peso. Tan solo media hora diaria de un ejercicio físico
de intensidad moderada mejora los resultados de los tratamientos de
fertilidad.
Algo tan simple como llevar unos hábitos de vida
saludables, comer fruta y verdura a diario junto a otros productos frescos,
evitar el sedentarismo y hacer deporte (si es posible al aire libre para
recibir los rayos directos del sol) o no fumar, pueden marcar la diferencia a
la hora de conseguir mayor fertilidad o que un tratamiento para ésto tenga
éxito. Mantener un peso dentro de la normalidad como consecuencia de unos
hábitos saludables mejorará aún más sus posibilidades de tener hijos.
Si quiere saber cómo lograrlo, pinche aquí.
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