miércoles, 19 de julio de 2017

Al rico helado...


  Cuando aprieta el calor echamos mano de alternativas para refrescarnos. Una de las más típicas es tomarse un helado, y si es posible del sabor preferido (el de vainilla para la mayoría). El placer de comérselo suele acompañarse de la idea del engorde consecuente: un clásico de la pescadilla que se muerde la cola ansiedad-ingesta-culpa-ansiedad. La cuestión que trataremos en esta ocasión será si es tan malo comerse un helado de vez en cuando.

¿De qué está hecho mi helado?

  Los ingredientes básicos del helado estándar tradicional son agua, leche y azúcar. Desgraciadamente, el helado industrial, el más consumido, suele contener otras cosas: jarabes de glucosa y/o fructosa, proteínas de leche, aceites vegetales, estabilizantes, acidulantes, emulgentes, colorantes, aromas y mil aditivos más.

  Las consecuencias del consumo de azúcar ya han sido valoradas en este blog. El consumo de azúcares libres se asocia especialmente a caries, diabetes y obesidad. Por esto, se recomienda reducir al mínimo el consumo de estos azúcares libres, evitando que aporten más del 10% de la ingesta calórica diaria, con una meta ideal de menos del 5%. Esto último supone unos 25 gramos diarios de azúcar libre para un adulto. Sin embargo, el consumo medio de azúcar libre en España se sitúa en 110 gramos al día (más de 4 veces la recomendación de la OMS).

  El otro punto negativo es la grasa del helado, en su mayoría saturada. La asociación general entre grasa saturada y enfermedades cardiovasculares sigue siendo discutida, aunque por el monento la OMS sigue recomendando reducir progresivamente su consumo. Junto a la grasa saturada, los helados contienen grasa trans. La barata y perjudicial grasa trans proveniente de aceites vegetales (fundamentalmente de palma) hidrogenados ha sustituido a la tradicional grasa láctea en la elaboración de los helados. Recordemos que el consumo diario de 5 g más de grasa trans incrementa en un 25% el riesgo de enfermedad cardiovascular.

¿Y cuánto azúcar o grasa tiene mi helado?

  Cada 100 g de los helados revisados para este post que incluyen las marcas blancas de las prinicipales cadenas de supermercados suelen contener unos 20-25 g de azúcar libre. Cada bola de helado (de unos 50 g) contiene la mitad del máximo diario recomendado por la OMS, con lo que con un cucurucho de galleta de solo dos bolas sobrepasaríamos de sobra este límite. Es decir, un solo helado al día es de por si bastante insano.

 Además, con dos bolas de nuestro  "inofensivo" helado rebasamos los 5 g de grasa saturada, un tipo de grasa que la OMS sigue aconsejando abandonar para conseguir una dieta saludable. Existe poco interés por el momento en detallar la cantidad de grasa trans presente en los productos que compramos. A falta de información nacional, un estudio de 2013 realizado en Reino Unido nos decía que las 2 bolas de helado estándar contienen 2 g de grasa trans. La (grasa) "mala de la película" de nuevo puede pasar  desapercibida a nuestro radar alimentario.
  
  Curiosamente, todos aquellos preocupados por revisar y remirar las composiciones nutricionales de lo que comen, todos aquellos "locos" del ajo negro y demás superalimentos de moda, se ponen una venda en los ojos ante el stand de la heladeria preferida donde la composición nutricional (si existe) está escondida a la vista del público. ¿Qué heladería vendería un helado a sabiendas que son 100 Kcal por bola desde azúcares simples y grasas insaludables?


La información nutricional en las heladerías no suele estar disponible a la vista de los clientes.

  Los helados no son necesarios para vivir. Su consumo es perjudicial para la salud en nuestro medio ambiente obesígeno. Desde Educación Nutricional desaconsejamos intensamente su consumo como parte de una alimentación saludable.

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