lunes, 7 de mayo de 2018

¿Qué pasa cuándo su hijo se come una bolsa de gusanitos?


  Comprarle a su hijo una bolsa de gusanitos puede parecer un acto simple, habitual y con el que no va a pasar a nada. Sin embargo, en la cabeza del que lo hace queda el resquemor al dar a nuestro ser más querido algo que, en el fondo sabemos o a veces nos han dicho, no es sano. Sin embargo, perpetuamos esta actividad con las semanas, meses y años, hasta que se hacen lo suficientemente mayores para administrar su paga y que sean ellos los que se lo compren.
  En esta ocasión vamos a describir como un puñado de gusanitos interacciona con el organismo de nuestro hijo, para que los menos preocupados, aquellos que piensan que no les va a pasar nada o que por una vez tampoco ocurre nada malo, se lo piensen dos veces la próxima vez que vayan a darle una bolsa de gusanitos a su hijo.

Los gusanitos se engloban dentro del grupo de los snacks salados,
su composición nutricional es similar.

Primeras sensaciones:
  Tras el primer puñado a la boca nuestro hijo nota una intensa sensación a delicioso sabor salado. Uno de los aditivos más importantes y habituales en estos productos es el glutamato, de este potenciador del sabor ya hemos hablado en este blog. El glutamato es responsable del quinto sabor, el umami (sabroso), que hace muy apetecible cualquier alimento que lo contenga, fomentando que repitamos su ingesta. El glutamato monosódico (E621) es empleado intencionadamente por la industria alimentaria para favorecer la adicción a determinados productos. Está descrito que los niños con exceso de peso ingieren más snacks umami que aquellos con peso normal. El glutamato de los gusanitos excita al instante la corteza cerebral de nuestro hijo produciendo una potente y sabrosa sensación, un subidón al que es fácil que se enganche.
  Junto a este sabor, se acompaña de un gusto salado justificado por el alto contenido en sodio de estos snacks. Los gusanitos tienen tanta sal que una sola bolsa pequeña contiene ya una tercera parte de la ingesta diaria máxima aconsejada para un niño. Teniendo en cuenta que los niños comen más cosas, a parte de gusanitos, no es de extrañar que la mayoría (85%) de los niños sobrepasen los límites establecidos para consumo diario de sodio. Evolutivamente,  tendemos a consumir productos salado. Nuestros hijos lo único que hacen prefiriendo cosas saladas es mostrar esa apetencia innata que traen por naturaleza. Si se acostumbran a este sabor de pequeños estaremos criando adultos que toleren altos contenidos en sal en su dieta, y por tanto, potencialmente a futuros hipertensos y personas con problemas cardiovasculares.
  Este es el momento en el que su hijo mete y mete más gusanitos en su boca, transformándose en un engullidor nato, y piensa que como puede ser que se coma esto así de fácil, con lo que lía cuando le dice que tiene que tomar fruta o verdura.

La boca llena de gusanitos:
 
  Tras esta deliciosa explosión salada viene la alta palatabilidad generada por las grasas, el regusto untuoso generado por la alta concentración en grasas de los gusanitos. Si al menos la grasa fuese saludable no habría tanto problema, pero las grasas empleadas en la elaboración de estos productos son en muchas ocasiones "de origen vegetal", y ya sabemos lo que hay detrás de esta indicación, barato aceite de palma, a sabiendas que podrían estar hechos con otros aceites de mayor calidad y que han demostrado un claro beneficio sobre la salud (p.e. aceite de oliva).
  La masa de gusanitos apenas masticados es tragada rápidamente por su hijo, que no deja de meter más y más en su boca, ¿cómo puede ser que algo tan pequeño pueda comer de semejante forma?.

Sensaciones mientras acaba la bolsa:
 
  Y finalmente, el subidón de azúcares. El mayor componente de los gusanitos (3/4 partes) son los carbohidratos simples provenientes del maíz. Los gusanitos masticados forman en la boca de nuestro hijo una cremosa masa rica en azúcares simples lista para producir en pocos minutos la segunda ola estimulatoria en sus cerebros, la de la elevación de los niveles de glucosa en la sangre.

  A estas alturas la bolsa de gusanitos se ha acabado, su hijo le mira, le pide, le suplica que le compre más, y usted responde "no hijo, ya han sido muchos, te has comido toda la bolsa". Le ofrece agua, que el niño normalmente no niega porque tanta sal hay que diluirla. Mientras usted, para sus adentros piensa: mañana será otro día.

  Después de leer esto, ¿acaso le extraña que su hijo le vuelva a pedir gusanitos mañana?.

  Por último le invito a que considere el precio que paga por que su hijo se coma estos productos superfluos, estos "OCNIs" (objetos comestibles no identificados). El kilo de gusanitos se paga a unos 10-12€, que no vemos así porque las bolsas son pequeñas, el mismo precio de un Kg de langostinos. Nos venden maíz ultraprocesado al cuádruple de su precio original. Los gusanitos no solo son insanos si no que además son caros.



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